viernes, 28 de noviembre de 2008

EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL

“El hombre unidimensional” En la introducción de su libro Marcuse presenta el objeto de su estudio, así como las premisas epistemológicas y la visión teórica desde la cual va a enfocar el mismo. Abordaré primero los aspectos epistemológicos para después presentar el objeto de estudio del libro. En el aspecto epistemológico la postura de Marcuse refleja la posición al respecto de la Escuela de Frankfurt, a la cual este autor pertenecía. Esta escuela rechaza la visión positivista de la ciencia característica del funcionalismo, a la vez que hace una reformulación del lugar de la dialéctica en la teoría marxista. Estas son las premisas sobre las que se construirá la denominada Teoría Crítica. En cuanto al rechazo del positivismo Marcuse defiende la importancia de los juicios de valor en la construcción de la teoría social. De este modo la misma justificación de la teoría social como objeto de estudio requiere un posicionamiento moral, no positivo, que defienda la vida humana como algo digno de ser vivido. Así mismo la teoría social requiere una construcción en base a las dimensiones de posibilidad de la sociedad y no puede limitarse a una mera descripción (legitimación) de lo existente, como ocurre en realidad con planteamientos teóricos como los del funcionalismo. Precisamente este aspecto de la sociedad contemporánea avanzada es decir, su capacidad para contener la trascendencia hacia un tipo diferente de sociedad (que no el cambio social parcial), va a ser el tema de este libro. Marcuse propone dos tendencias contradictorias en el seno de las sociedades capitalistas avanzadas, sobre las que articulará la argumentación a lo largo de su trabajo.Una sería que las sociedades capitalistas avanzadas son capaces de contener todo cambio cualitativo, y la otra, que existen tendencias que pueden romper esa contención, la consideración de esta segunda postura es lo que proporciona el carácter utópico a la teoría crítica de Marcuse, y lo que le diferencia de los demás miembros de la escuela de Frankfurt. En base a estas hipótesis y a los aspectos metodológicos enunciados arriba, Marcuse nos va a presentar a las sociedades industriales avanzadas, como sociedades en las que el progreso y la tecnología son presentados como variables políticamente neutras, pero en las que en realidad tienen unos efectos totalizadores sobre el universo político y social. El objeto de estudio es, en última instancia, el hecho desde el que parte la construcción de la teoría crítica; es decir, la pérdida del carácter revolucionario del proletariado en un tipo de sociedades en las que la lógica del sistema productivo crea una estructura totalitaria: la sociedad unidimensional. La sociedad unidimensional En la primera parte del libro Marcuse nos describe las formas en las que se manifiesta el carácter totalitario de las sociedades industriales avanzadas. En estas sociedades, bajo la apariencia de un manto de racionalidad proporcionado por la tecnología y la ciencia moderna, se esconde una irracionalidad oculta. La definición marcusiana de la racionalidad implica la utilización de juicios de valor, y se fundamenta en una ética humanista, así como en algunos elementos del psicoanálisis freudiano. Por el contrario el tipo de racionalidad que guía el progreso en las sociedades industriales avanzadas es un tipo de racionalidad instrumental, es decir encaminado a conseguir fines parciales; por poner un ejemplo extremo: un procedimiento mediante el cual matar personas más eficientemente, puede ser racional, desde el punto de vista de la racionalidad instrumental, para un ingeniero de la industria armamentística. Además de su carácter irracional la sociedad industrial avanzada presenta características totalitarias: el despliegue de la falsa racionalidad tecnológica, con un aumento de la producción, el consumo y, en definitiva, el control de la naturaleza; tiende a disipar las diferencias entre posibilidad y facticidad, o al menos la percepción que de dichas diferencias tienen los seres humanos; de modo que crea un universo unidimensional en el sentido de que no permite que en su seno se creen las condiciones necesarias para su propia trascendencia; es decir la realidad fáctica abarca todo lo pensable, con lo cual la posibilidad de un cambio social cualitativo –la posibilidad de avanzar hacia algo que no sea lo que ya existe, es decir, la utopía- se hace impensable, y por lo tanto imposible. Los modos en los que esa creación del universo unidimensional se produce son diversos, aunque tienen una lógica subyacente común. La lógica de dominación responde fundamentalmente a la idea de disipación de las diferencias que generan el conflicto; es decir, a un dejar hacer, siempre que las estructuras de dominación no se pongan en peligro. Por un lado estaría el sistema productivo, que crea en los individuos la ilusión de la posibilidad de la eterna satisfacción de las necesidades. Esto se lleva a cabo mediante la creación de falsas necesidades que serán posteriormente satisfechas por ese sistema productivo. La irracionalidad se encuentra tanto en la creación de dichas necesidades en los individuos como en que para la satisfacción de las necesidades artificialmente creadas es necesaria la explotación del individuo en el sistema productivo, entendiéndose la explotación como la reducción del hombre a condición de cosa. En el ámbito político la unidimensionalidad se manifiesta en forma de libertad razonable para suprimir la oposición. La libertad se gestiona de modo que no se establecen límites, nuevamente si el sistema no es puesto en peligro. Además se produce una perversión en la utilización del lenguaje que reduzca también la posibilidad de construcción de un discurso trascendente. En este contexto la lucha de clases pasa a ser un conflicto institucional, en el que la dimensión conflictual se educe a la negociación colectiva de los repartos de productividad y algunas mejoras de las condiciones laborales; circunstancia que se logra mediante la identificación de los intereses de capital y trabajo en el seno de un sistema que las dos partes están interesadas en mantener. El Estado de Bienestar también cumpliría un papel importante en el debilitamiento del conflicto de clases. Por su parte la política internacional se utiliza para consolidar el status quo, recurriendo a la amenaza exterior –en la actualidad el enemigo del sistema podría ser el Oriente Medio-. También en lo que respecta al placer se produzca una liberación de la sexualidad dentro de unos límites que permitan el mantenimiento del sistema productivo y de la dominación. A pesar de esto, la sociedad industrial avanzada conduce a una satisfacción mayor de Thanatos -impulso de muerte- que de Eros -impulso de vida-(estos son conceptos tomados de la teoría de las pulsiones de Freud). Visto algunos de los modos en los que las condiciones de hecho y de posibilidad se igualan en la sociedad unidimensional en el plano material, sería este el momento de observar ese mismo proceso en el plano ideológico. En el plano de la cultura se da una evolución desde la alta cultura a la cultura de masas, produciéndose el final del antagonismo entre cultura y realidad. En este proceso la cultura pierde las potencialidades trascendentes que poseía. Entiendo que este fenómeno es más una consecuencia de la uniformización en el plano material que una causa de la misma, aunque una vez que la cultura de masas ha perdido su potencial trascendente contribuye a la consolidación de la unidimensionalidad.La cultura de masas deja de ser sublimación, es decir, satisfacción mediatizada; para ser desublimación o satisfacción inmediata. Estos conceptos, junto a otros como los impulsos de vida y de muerte, muestran la vinculación de Marcuse con el Psicoanálisis. Se produce también una penetración totalitaria del universo del discurso. Se crea un discurso cerrado, difundido a través de los medios de comunicación de masas, que concreta los conceptos abstractos identificándolos con lo existente, de modo que se niega la posibilidad de un discurso trascendente. Mediante la repetición constante se transforman mentiras en verdades que una vez instauradas cumplen su función de sostenimiento del orden establecido. El discurso dominante es, así mismo, un discurso ahistórico que al no tomar en cuenta la naturaleza dinámica social imposibilita el debate sobre el cambio. La ciencia dominante por su parte, también sigue el esquema formal de la cultura de masas y el discurso cerrado. El operacionalismo rechaza por acientífico todo aquello que no pueda ser representado en términos operacionales, mientras que el positivismo niega la utilización de juicios de valor. Detrás de la supuesta objetividad de los paradigmas científicos dominantes se encuentra una postura radicalmente conservadora que limita el objeto de estudio a lo realmente existente, negando de este modo la posibilidad de cambio. Marcuse aprecia esta tendencia también en el seno de la filosofía, más en concreto en el análisis lingüístico. En definitiva, la confluencia de las circunstancias explicadas provoca que las sociedades industriales avanzadas sean sociedades poco propensas al cambio estructural, ya que los diferentes factores se refuerzan mutuamente generando un universo en el que el mero pensamiento trascendente de lo existente se hace extremadamente improbable. Las alternativas La postura de Marcuse en “El hombre unidimensional” es esencialmente pesimista.Al final del libro expone brevemente cuales podrían ser las alternativas para que el cambio sea posible, aunque más que alternativas concretas presenta algunas potencialidades. En este sentido destaca el papel de la filosofía como pensamiento sistematizado aplicado a la política. La filosofía, por definición, esta configurada para pensar aquello que va más allá de lo físico, de lo visible. De este modo es una instancia perfecta para que el pensamiento de la posibilidad pueda desarrollarse. Considera que esto sólo es posible desde el punto de partida de los juicios de valor. Por su parte el concepto de racionalidad debe analizarse también desde una perspectiva histórica. A pesar, de esta propuesta Marcuse reconoce la limitación de su teoría, que como teoría crítica no puede ir más allá de la negación del orden social existente. De este modo afirma que le es imposible la creación o identificación de un sujeto racional trascendente –como el que el marxismo ortodoxo reconoce en el proletariado-.

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